martes, 12 de junio de 2012

Una sociedad que condena a muerte lágrimas

¿Dónde van los besos que no se dan? Definitivamente, al mismo sitio que los besos dados, no.
Los besos que se dan quedan en el recuerdo, en cajas llenas de fotos, sonrisas y papeles guardadas en un cajón.
Quedan retenidos y jamás son olvidados.
Los besos que no se dan, en cambio, se pierden, pero no vuelan, no son libres, quedan quietos como una cicatriz invisible. Muchas veces son olvidados, pero otras veces duelen más que los que si consiguen escapar, taladrándote por dentro y arañándote por dentro desde la rabia que siempre trae consigo el 'Nunca será lo que pudo haber sido'
Supongo que esos besos se almacenan en el mismo lugar que las sonrisas contenidas, las miradas apartadas por vergüenza o por miedo y las lágrimas que nunca verán la luz.
¿Pero, acaso son esas lágrimas las que mueren, dentro de ti, o mueren aquellas que son derramadas sin remedio? Yo no lo sé.
Solo sé que ninguna lágrima debería morir si no es de alegría y que los besos que no se dan queman como fuego y duelen como agujas hiriéndote la piel. Queman por querer salir y duelen por la frustración de no poder hacerlo y no entender por qué.
Y es que los besos y las lágrimas no entienden de lo que es políticamente correcto y lo que no, no entienden de clases sociales ni de fronteras, no conocen la palabra prejuicio y han olvidado el significado de la palabra tabú.


Por eso, en esta sociedad, a los locos se los encierra, a los niños se los educa, los besos son encarcelados y las lágrimas son condenadas a muerte...
No se puede permitir que la verdad desmonte todo lo que la codicia, la ambición, el poder, la violencia, el miedo y la mentira han conseguido tejer hasta ahora.

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